I - Introducción

Sin dudas, el 2023 ha sido el año en que el uso de los sistemas de inteligencia artificial (IA) se expandió definitivamente y a innumerables áreas.

Sobre esto se viene trabajando hace años, es más, hace décadas, pero una serie de circunstancias que se dieron en este momento bisagra impulsaron fuertemente su adopción.

Básicamente, lo que sucedió es que, durante fines de 2022 y los primeros meses de 2023, se abrieron al público numerosos sistemas y aplicaciones que, utilizando IA, permiten la generación de texto, imagen, sonido, videos o cualquier otro tipo de información que se nos pueda ocurrir.

Son lo que se denominan sistemas de IA generativa.

Hace unos meses, y en trabajos anteriores, analizamos un poco las oportunidades y riesgos que el uso de la IA generativa podría aparejar en el ejercicio profesional.

Lo hicimos de manera más bien práctica, sin tecnicismos y repasando algunas cosas importantes que sucedieron durante 2023 y los primeros días de 2024, comentando -en ese momento- un fallo de la justicia estadounidense donde se había impuesto una sanción a raíz de la cita de fallos que no existían, los cuales habían sido proporcionados por un sistema de IA generativa.

Tratamos más que nada el problema de las alucinaciones y advertíamos -en aquel momento- que dejábamos de lado varias facetas del problema, que podían ser abordables en otros aportes.

Pues bien, un nuevo fallo de la justicia estadounidense nos lleva a volver sobre el asunto.

Vamos a reiterar algunas cosas que dijimos en el aporte citado para luego ir directamente al tema de este trabajo: el uso de sistemas de IA generativa para la interpretación contractual.

Al igual que el enfoque de nuestro aporte anterior, aquí no pretendemos profundizar en conceptos generales sobre IA y las cuestiones que presenta para el derecho, y ni siquiera demasiado en teorizaciones sobre las cuestiones que puede presentar su uso en sede judicial o en la abogacía.

El propósito de este aporte es mucho más modesto: tomar un caso concreto en que se usaron estos sistemas para reflexionar sobre este supuesto, puntual y específico.

II - ¿Qué es la IA Generativa? (explicada sin tecnisimos)

Vamos a ponerlo sencillo: los sistemas de IA generativa son aquellos que, a partir de ciertos datos con los que fueron entrenados, pueden crear nuevos contenidos como texto, imagen, sonido, video, código informático, etc.

No nos vamos a detener aquí en cómo lo hacen.

Para lo que queremos exponer basta con señalar que, a partir de determinadas órdenes (impartidas en lenguaje natural, es decir, de manera coloquial), que técnicamente se llaman prompts, estos sistemas nos van a arrojar un resultado determinado, procurando cumplir con aquello que les pedimos que hagan.

Hay muchos de estos sistemas disponibles en el mercado hoy en día.

Los más difundidos son ChatGPT (en sus distintas versiones, gratuitas y de pago), Gemini de Google, Claude de Anthropic y Copilot de Microsoft, que incluso ya viene integrado en las aplicaciones de Microsoft 365.

Por cierto, hay varios otros, creados con distintos propósitos y finalidades.

Pero queríamos mencionar los más difundidos, algunos de los cuales, incluso, están involucrados en el caso que vamos a comentar.

Un detalle más: estos sistemas de IA generativa de texto funcionan sobre la base de lo que se llama LLM (modelos de lenguaje de gran tamaño), que son redes neuronales que han sido entrenadas con una gran cantidad de datos para aprender y reproducir la estructura del lenguaje.

Ahora, ya desde el momento mismo en que estos sistemas comenzaron a abrirse para su uso público, empezaron a reportarse casos en que los jueces acudieron a ellos para distintos propósitos.

De eso, y de algunas cosas más, hablamos en el punto que sigue.

Además:

III - IA Generativa: usos en la justicia

IV - El caso 'Snell'

V - ¿Estas ideas sirven para nosotros?

VI - De nuevo sobre el fallo

VII - A modo de cierre

Este artículo fue publicado en 'Temas de Derecho Procesal' de Erreius

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