Por: Ana Gavilán, Sol Figueroa y Diego Balbi

I - Introducción

Hoy, la auditoría en Argentina está en un punto de inflexión. Las herramientas y los métodos que nos acompañaron durante décadas siguen siendo útiles, pero ya no son suficientes. La digitalización, la explosión de datos y las nuevas amenazas cibernéticas nos obligan a repensar nuestro rol. Ya no somos solo los que verifican; somos -o debemos ser- los que ayudan a construir sistemas más confiables, más seguros e inteligentes.

Esta transformación no es solo técnica. Es cultural. Es profesional. Es ética. Y es urgente. Porque si no evolucionamos junto con las organizaciones que auditamos, corremos el riesgo de quedar desfasados. En un contexto en el que la economía argentina exige agilidad, transparencia y resiliencia, la auditoría tiene mucho que aportar siempre que esté dispuesta a cambiar.

II - Marco teórico y contextual

1. La evolución del paradigma del contador

Antes, la auditoría se sostenía sobre tres pilares: muestreo, revisión documental y evaluación de controles manuales. Hoy, esos pilares siguen, pero se han ampliado. El foco ya no está solo en los números, sino en los datos que los generan, en los procesos que los transforman y en los riesgos que los rodean.

El auditor moderno debe entender cómo funcionan los sistemas, cómo se mueven los datos, cómo se protegen -y cómo se rompen-. Ya no basta con saber contabilidad. Hay que saber leer un flujo de datos, interpretar un dashboard (herramienta que presenta información visual de forma clara, concisa y en un solo lugar), cuestionar un algoritmo o evaluar un control automatizado. Es un cambio de mindset: de “revisor” a “arquitecto de confianza”.

2. El contexto regulatorio argentino

Argentina no permanece al margen de las transformaciones globales en materia de protección de la información. Normas relativas a la protección de datos personales, la ciberseguridad y la gobernanza de la información han cobrado una relevancia creciente -y con pleno fundamento- en el entorno regulatorio y empresarial actual.

El marco normativo vigente se sustenta en la ley 25326 de protección de los datos personales, sancionada en 2000 y reglamentada por el decreto 1558/2001. Esta ley no solo traduce en norma el derecho constitucional al honor, a la intimidad y al acceso a la información personal (art. 43, párrafo tercero, CN), sino que establece principios fundamentales para el tratamiento responsable de los datos: deben ser ciertos, adecuados, pertinentes y no excesivos; su recolección debe basarse en el consentimiento libre, expreso e informado del titular -salvo en supuestos excepcionales, como el ejercicio de funciones estatales, la existencia de una relación contractual o el uso de fuentes públicas de acceso irrestricto- y, sobre todo, reconoce derechos esenciales del titular: acceder, rectificar, actualizar y suprimir su información.

Si bien actualmente se encuentra en trámite legislativo un proyecto de reforma, impulsado por la Agencia de Acceso a la Información Pública (AAIP) con el objetivo de modernizar el régimen y acercarlo a estándares internacionales -en particular, al Reglamento General de Protección de Datos (RGPD) de la Unión Europea-, dicho proyecto aún no ha sido sancionado como ley.

III - Los cuatro pilares de la transformación

1. Trazabilidad: seguir el hilo de los datos

Ya no se trata solo de firmar un papel de trabajo. Hoy, la trazabilidad significa poder seguir un dato desde que nace hasta que se usa o se pierde. En un país en el que muchas empresas aún combinan sistemas manuales con digitales, esto es clave. ¿De dónde viene este número? ¿Quién lo modificó? ¿Cuándo? ¿Por qué?, etc.

Con herramientas como blockchain, IoT o análisis de datos avanzados, podemos detectar inconsistencias, errores o fraudes que antes pasaban inadvertidos. Y en un contexto económico volátil como el argentino, en el que cada indicador cuenta, esta capacidad es una necesidad.

2. Protección de datos: ética, ley y valor

Proteger los datos ya no es solo cosa del área legal o de tecnologías de la información (TI). Es responsabilidad de todos y especialmente del auditor. Porque los datos personales -especialmente en sectores como la salud o las finanzas- son sensibles, valiosos y vulnerables.

No se trata solo de cumplir con una norma. Se trata de entender el flujo de la información, identificar dónde está el riesgo, y ayudar a construir controles que protejan a las personas y a la reputación de la organización. El auditor puede (y debe) ir más allá del checklist: debe ayudar a diseñar sistemas que respeten la privacidad por diseño.

3. Seguridad de la información: el nuevo perímetro es … todo

Antes, la seguridad estaba en los servidores, tras un firewall. Hoy, con la nube, el teletrabajo y los dispositivos móviles, el perímetro desapareció. La amenaza puede venir de cualquier lado: un phishing, un ransomware o un empleado distraído.

Evaluar la seguridad de la información ya no es tarea exclusiva de los técnicos. El auditor debe entender las amenazas, los controles, las arquitecturas. Y no solo para auditar sino para prevenir. Esto requiere de formación continua, curiosidad tecnológica y, muchas veces, trabajar codo a codo con expertos en ciberseguridad.

4. Calidad y gobernanza de datos: la base de toda decisión

¿De qué sirve un informe si los datos que lo sustentan son incompletos, inconsistentes o desactualizados? La gobernanza de datos no es un tema de TI: es un tema de gestión. Define quién es responsable de qué dato, cómo se valida, cómo se usa y cuándo se elimina.

El auditor tiene aquí un rol fundamental: no solo verificar que los datos sean “correctos”, sino asegurar que sean confiables, oportunos y útiles para la toma de decisiones. Porque en la era digital, quien controla los datos, controla el rumbo de la organización.

Y además,

IV - Cómo implementarlo: un camino práctico

V - Casos aplicables

VII - Casos de uso

VIII - Conclusiones

IX - Glosario: términos fundamentales para la auditoría contemporánea en Argentina

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