Por: Nicolás Antiporovich

Periodista especializado en criptomonedas

La relación entre los bancos y las criptomonedas empezó, como se dice popularmente, 'con el pie izquierdo'.

A inicios de la década de 2010, bitcoin (BTC), la moneda digital creada por Satoshi Nakamoto, comenzaba a ganar notoriedad y los banqueros no veían con mucho agrado cómo se popularizaba un método de transacciones digitales sin intermediarios. Mucho menos les gustaba el slogan que los bitcoiners repetían: «sé tu propio banco».

Argentina no fue la excepción. En 2014, el Banco Central (BCRA) emitió un comunicado en el que se hacían advertencias sobre las monedas virtuales: 'No son emitidas por este Banco Central ni por otras autoridades monetarias internacionales, por ende, no tienen curso legal ni poseen respaldo alguno'. Asimismo, se alertaba por la volatilidad del precio y los riesgos de operar con bitcoin y criptomonedas.

Sobre ese comunicado, el especialista en tributación, Marcos Zócaro, ha escrito que 'no fue acompañado de una nueva definición oficial del término moneda virtual'. 'Posteriormente' —dice el contador—, 'el BCRA ha dictado algunas normas que mencionan, tímidamente, las expresiones monedas virtuales y criptoactivos'.

Otra definición contundente del BCRA fue la que se lanzó el 5 de mayo de 2022 prohibiendo a las entidades financieras bajo su regulación que ofrezcan compraventa de criptoactivos. Galicia y Brubank, dos bancos que habían comenzado a permitir el comercio de bitcoin en sus plataformas tan solo unas pocas horas atrás tuvieron que dar marcha atrás con su novedosa iniciativa.

Pero, a pesar de algunas excepciones como el caso argentino, a nivel mundial, progresivamente la industria bancaria fue amigándose con la industria de las criptomonedas. Los bancos parecen haber seguido la indicación del viejo adagio que reza: 'si no puedes contra ellos, únete'. El sistema tradicional parece entendió que regular es más efectivo que prohibir.

Fue en 2020 cuando los grandes bancos empezaron masivamente a decirle 'sí' a las criptomonedas. En diciembre de ese año, por ejemplo, BBVA anunció que comenzaría a ofrecer servicio de compraventa y custodia de activos digitales en su filial de Suiza.

También JP Morgan, entidad financiera que durante muchos años se opuso abiertamente a bitcoin, señaló en enero de 2021 que era una buena inversión y que, en el largo plazo, 'podría desplazar al oro como alternativa de activo refugio'.

Quizás la cúspide de esta tendencia 'pro-cripto' es el caso de bancos comerciales lanzando sus propias criptomonedas. Días atrás, la empresa francesa Société Générale anunció la llegada de EUR CoinVertible (EURCV), una stablecoin que mantiene paridad en su cotización con el euro y es desarrollada en la red Ethereum. EURCV no será solo para uso de los clientes del banco, sino que se añadirá a los listados de exchanges de criptomonedas, como Bitstamp.

También por parte de los Bancos Centrales, la estrategia parece ser seguir los pasos de Satoshi Nakamoto y crear sus propias criptomonedas. Las CBDC (siglas en inglés de ‘moneda digital de Banco Central’) están actualmente en el centro del debate y hay varios proyectos en diferentes etapas de desarrollo. Bahamas ya tiene su dólar digital y China está en etapa avanzada de pruebas con su e-yuan. También se analizan diversos proyectos de creación de un euro digital.

Incluso, desde la industria de las criptomonedas hay quienes aprovechan esta tendencia. Es el caso, por ejemplo, de la empresa Ripple, emisora de la moneda digital XRP. Ripple elabora herramientas para el desarrollo de CBDC a nivel internacional.

En retrospectiva, la relación entre los bancos y las criptomonedas, que comenzó con tensiones y desconfianza, ha evolucionado notablemente hacia una era de colaboración y sinergia. Esta transformación no solo subraya la resiliencia y adaptabilidad del sector bancario tradicional, sino que también resalta la creciente importancia y aceptación de las innovaciones tecnológicas en el ámbito financiero.

A medida que avanzamos hacia el futuro, esta amalgama entre lo tradicional y lo emergente redefine las nociones de dinero y transacciones y también plantea preguntas sobre el futuro del sector financiero en un mundo cada vez más digitalizado.

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